lunes, 26 de septiembre de 2016

ESQUINAS EN EL BIGOTE OBSCENO

MUJERES EN LA ESQUINA. 
RELATOS DESGARRADORES
Pepe Pereza nos deja un conjunto de relatos cortos que duelen. En Esquinas, podemos ver la realidad que muchas veces preferimos ignorar cuando vemos a mujeres que no tienen más remedio que ganarse la vida vendiendo su cuerpo. Un libro sobre sexo, dinero y desesperación que nos hace abrir los ojos ante un mundo gris.
Esquinas recoge diferentes puntos de vista sobre la prostitución, aunque no están todos. El lenguaje es duro, con fragmentos que llegan a rasgarnos hasta dejar una marca profunda. Las ilustraciones son como una nube oscura que aparece para mostrarnos las palabras de Pepe Pereza de un modo tan auténtico que casi podemos tocarlas en el aire.
Un padre que descubre que su hija se prostituye, una chica que necesita conseguir algo sin más ayuda que la de su cuerpo, una mujer que tiene que cuidar a un bebé anciano, un hombre con una clientela peculiar… Dinero como arma, armas como último recurso, el recurso principal es de carne y hueso.
Relatos pensados para tocarnos la conciencia y cuestionar nuestra moral. Este mes que nos dedicamos a explorar el mundo femenino, me gustaría abordarlo en un sentido distinto al que podríamos plantear. No todos los libros hablan de mujeres fuertes, feministas o independientes. Algunas veces debemos mirar más allá. Quizá no sea justo que en el libro de Pepe Pereza nos encontremos solo a personas con un dolor profundo o unos momentos caóticos. ¿Por qué no hablar de esas otras mujeres que eligen voluntaria y legalmente esta profesión en otros países sin miedo? ¿Por qué en España si eliges este camino eres una paria? ¿Por qué tenemos que sentirnos esclavas, infravaloradas o desprotegidas en tantos empleos?
No es solo una cuestión de tener un salario inferior al de un hombre por el mismo trabajo, de soportar acoso por parte de compañeros o jefes, de escuchar cómo podemos o no vestir, qué podemos o no hacer. No vale solo con mirar para otro lado cuando pasamos por la carretera de camino a la playa y vemos a una persona, bajo el sol a 40 grados, esperando a que salgan los trabajadores de un polígono para poder llevar dinero a quien amenaza a su familia. Un feminista debe luchar, sea hombre o mujer, para que la ley proteja en igualdad de condiciones a ambos sexos en todos los aspectos. ¿Por qué somos feministas si nadie se levanta y da un golpe en la mesa por este tipo de situaciones?
Quizá estos relatos sean tan cortantes porque en nuestra sociedad es un tabú y una mafia. La prostitución es un arma de explotación, en lugar de ser una profesión como otra cualquiera. Después de todo… ¿no es un servicio? Podemos cuidar, ayudar, cocinar, servir y proteger. Enfermeros, cuidadores, cocineros, policías o amas de casa. Pero, cuidado, el sexo no puede ser un servicio y precisamente por eso es una fuente de personas con malas intenciones que abusan de su poder y del miedo que provocan.
Leyendo Esquinas me he dado cuenta de lo deprimente que es también ser cliente. Tampoco estás protegido. No hay lugares legales donde puedas pagar por mantener relaciones de mutuo acuerdo, como una transacción en un banco. Muchos se ven empujados a acudir a profesionales que están fuera del sistema, un sistema que se ha dado la vuelta para no mirar. ¿Traerían a mujeres de otros países con mentiras para obligarlas a prostituirse si aquí fuera algo natural donde poder elegir?
En España no es ilegal ejercer la prostitución, pero no es un empleo reconocido. Esto quiere decir que no se cotiza a la Seguridad Social, no se tiene derecho a vacaciones, no hay posibilidad de jubilarse con una pensión, no hay impuestos, no pueden sindicarse ni hacer huelga. En 2015 se estimaba que el 80% de quienes ejercen la prostitución lo hacen contra su voluntad.
Hay mujeres y hombres en ambas caras de la moneda: prostitución y clientela. Toda la moneda necesita estar incluida en el sistema y ser reconocida por la sociedad. Debemos ser conscientes de que el poder del feminismo debe ejecutarse en las dos direcciones. Si la igualdad se logra debe ser gracias a una balanza equitativa.
Feministas, Pepe Pereza nos enseña las Esquinas que a veces no vemos. Debemos abrir los ojos a una realidad dura, desagradable y preocupante. Os recomiendo esta lectura porque aunque pueda herir la sensibilidad de algunos… nadie ha dicho que la vida sea fácil. No es un libro que se lea con gusto o por puro entretenimiento, no es una poesía de Neruda ni un bestseller de Dan Brown. Son palabras que conectan nuestros ojos con nervios directos a la conciencia. Tal vez, no todos estemos hechos para leerlo, pero sí para afrontar que el problema existe.

Ángela Pacheco


martes, 20 de septiembre de 2016

EL EXPULSANTE - UN RELATO DE J.P. TEFAN

EL EXPULSANTE
La Materia Amarillenta sale por la boca del Expulsante en forma de hebras maleables que son depositadas a los pies del operario de turno. Los componentes químicos de La Materia Amarillenta reaccionan con el oxigeno de la sala, haciendo que los filamentos se vuelvan duros y consistentes. Es un ejercicio complicado y doloroso para el Expulsante, ya que su garganta queda gravemente irritada por el esfuerzo. Solo el dos por ciento de la población dispone de Glándulas Expulsadoras de Materia Amarillenta. Por eso los Expulsantes están tan solicitados. Las fibras secas son recogidas con sumo cuidado por el operario y llevadas inmediatamente al laboratorio. Una vez allí, los Expertos se encargaran de analizarlas. Si pasan las Tres Grandes Pruebas (TGP) serán trasladadas al muelle de carga para su distribución. En caso contrario, las hebras deben ser quemadas en los altos hornos en un plazo nunca superior a veinticuatro horas. Terminada la expulsión de la Materia Amarillenta, el Expulsante debe acudir a las Oficinas Centrales para rellenar los formularios pertinentes. Acabado el tema burocrático,  el Expulsante está obligado pasar un tiempo limitado en una de las cabinas de recuperación. El Expulsante se acomoda en la camilla acolchada y conecta la válvula de abastecimiento a la vena principal de uno de sus brazos, seguidamente presiona el botón verde que pone en funcionamiento la terminal de la cabina. Los fluidos de la depuradora pasan a través de la sonda y entran en el cuerpo del Expulsante. Los ojos en blanco y unos pequeños espasmos en los pies son la prueba de que todo va bien. Hasta que, estando en pleno proceso, hay un bajón de energía que bloquea el programa de la cabina de recuperación. Debido al fallo eléctrico, los fluidos de la sonda en vez de ser alojados en el cuerpo del Expulsante son absorbidos por el rotor la depuradora, provocando una dolorosa descarga por todo el cuerpo del Expulsante. El Expulsante extrae la válvula de su brazo. Está harto. No es la primera vez que le pasa, y seguramente no será la última. Restablecida la energía de la cabina y purgada la sonda, una voz distorsionada dice por los altavoces: Conéctese a la válvula, por favor. El Expulsante limpia el orificio de su brazo con una gasa humedecida en yodo, después vuelve a conectar la válvula en la vena.

            El Expulsante camina por una de las calles adyacentes al complejo residencial. Nota el brazo agarrotado. Por experiencia sabe que el dolor durará toda la noche. Delante de él, unas emanaciones vaporosas ascienden desde el subsuelo. El indicador de datos que tiene implantado en la muñeca advierte que la zona está contaminada con altos niveles de azufre y plomo. La mascarilla filtradora se conecta automáticamente acoplándose a la cara del Expulsante como una segunda piel. El Expulsante sigue su camino entre la niebla ambarina. Es el micro-clima ideal para que se reproduzcan las amebas rojas. De hecho, en los edificios abandonados que flanquean la calzada hay millares de nidos viscosos colgando en los recovecos de las fachadas. Toda una plaga. Unos metros más adelante, el aire vuelve a ser respirable. La mascarilla filtradora se repliega dentro de un dispositivo insertado detrás de la oreja. El Expulsante dobla una esquina y dirige sus pasos hacia el único edificio iluminado de la barriada. Entra en el portal. Cuando está dentro del ascensor el indicador de datos se ilumina de nuevo. Esta vez es un mensaje del Laboratorio: El examen de la TGP es favorable. La Materia Amarillenta con expediente L38 ha sido trasladada al muelle para su distribución. Seguidamente llega el recibo y la confirmación de que los Bonos de la operación han sido ingresados en la cuenta personal del Expulsante. El ascensor se detiene en el ático. El Expulsante entra en casa. Se sienta en un viejo sillón reclinable y rompe a llorar. Un llanto amargo y doloroso. El Expulsante baja el nivel de la lámpara para dejar la estancia en penumbra. Se coloca en la cabeza un gorro al que están sujetos una veintena de electrodos y conecta el Inhibidor de Pensamientos. La peculiaridad de ese aparato, tal y como su nombre indica, es el de inhibir o neutralizar cualquier pensamiento que genere el cerebro del Expulsante. Una forma rápida y segura de dejar la mente en blanco. Los sollozos del Expulsante paran de golpe.

            Por la ventana entran los reflejos del amanecer. El Inhibidor de Pensamientos se desconecta mediante un sensor que capta las primeras luces del día. El Expulsante abre los ojos. El primer pensamiento que le viene a la cabeza es la imagen de su hijo. Su segundo pensamiento: el cadáver de su hijo. El Expulsante llora. No hace ni medio año de la tragedia. La herida está fresca y duele. Según el informe de la autopsia el niño falleció por una infección en la formación de las Glándulas Expulsadoras de Materia Amarillenta. Cuando un bebé tiene una herencia genética de ese calibre siempre entraña un alto riesgo para la criatura, entre otras cosas, porque dicha herencia no deja de ser una mutación y la mayoría de las veces es el propio cuerpo el que rechaza la metamorfosis. Por eso el Expulsante arrastra un sentimiento de culpabilidad que agudiza aun más el sufrimiento por la muerte de su hijo. Un añadido doloroso del cual no logra deshacerse a no ser que se conecte al Inhibidor de Pensamientos. Desde aquel fatídico día, la vida del Expulsante ha sido un infierno. Su matrimonio se fue a pique. Se tramitó la separación y los de Urbanismo le asignaron una casa en la zona residencial, pero el Expulsante rechazó la oferta y en su lugar pidió una vivienda en la Zona Contaminada. Desde entonces vive en ese edificio abandonado y en ruinas.
            Para desayunar el Expulsante toma tres píldoras antidepresivas. Las mastica y las traga a palo seco. Sale al balcón. Desde ahí puede ver los vapores de azufre y plomo emergiendo a través del subsuelo. Un paisaje que comulga con su estado de ánimo. El viento cambia de dirección y la niebla venenosa llega hasta la atalaya. El indicador de datos advierte del peligro y la mascarilla filtradora se conecta automáticamente acoplándose a la cara del Expulsante como una segunda piel. Entra en la casa, cierra las puertas y pone en funcionamiento el destilador de aire para eliminar los gases que han entrado. Cuando el ambiente está limpio la mascarilla filtradora se desactiva.


J.P. Tefan

martes, 6 de septiembre de 2016

GAS de VICENTE MUÑOZ ÁLVAREZ (EDICIONES LUPERCALIA)

GAS NATURAL
"Los triunfos, los fracasos, los desengaños… todo gaseoso, efímero, pasajero…todo por la causa: vivir."
Condensar una obra poética que abarca 17 años de escritura (1999-2016) en poco más de 250 páginas se me antoja una labor dificultosa, a la que hay que aplicar el tacto firme del dinamitero, preciso, y sin más contemplaciones que ir a lo esencial e importante: la explosión. Vicente Muñoz Álvarez recoge en esta selección personal la fluidez con la que se ha desenvuelto, a lo largo de todo este tiempo, dentro el ejercicio poético, para ofrecernos un compendio de poemas cuidadosamente elegido, donde el lector podrá reconocer en él a uno de los poetas contemporáneos más importante de este país en la actualidad; no obstante, es imposible entender los extramuros de la literatura de ahora sin lo que a la misma ha aportado el leonés; donde ha ido ideando, para llevar a nuestra realidad, en distintas épocas, fanzines, antologías, recitales y festivales en torno a la poesía, al margen del cambiante poder literario y establecido en cada momento y al que, sin duda, habría de añadirse la particularidad de su poesía, expuesta en libros como: Canciones de la gran deriva, Privado, Parnaso en llamas, Animales perdidos, Días de ruta, y los inéditos, también aquí incluidos: Lobos de mar y Libro de haikus. Todo ello es lo que conforma el estallido de este GAS, en el que intuyo a un magnífico poeta reivindicando una lectura serena y transparente, y es en esa claridad donde no cabe otra luminiscencia que la nitidez, la misma que muchos de nosotros reclamamos a una poesía que quisimos siempre libre; una poesía, por suerte, cada vez menos anegada en la profundidad de los pozos negros.

Gsús Bonilla